lunes, 1 de diciembre de 2014

Marcel Beyer


Foto: Literarisches Colloquium Berlin

Figurarse que el idioma, o más propiamente la-potencia-de-aquello-que-el-idioma-anhela-decir-con-voluntad-vehemente, encarna en una avispa, redunda en una imagen violenta. Cuantimás aquí, en el poema de esta ocasión, donde además se le pide a esta avispa no sólo que penetre en la boca, sino que también sacuda, imaginamos dolorosamente, la garganta y el paladar.

En determinadas circunstancias, el idioma alemán puede sonar ríspido y cortante, vibrante y seco, en especial para no germanoparlantes. Esto puede mitigarnos tal vez la imagen del himenóptero revoloteándonos en la lengua. ¿Será?

En todo caso, creo que el poeta está apelando aquí a esa pulsión de algo que quiere ser expresado, o a la expresión poética en sí, que busca a toda costa manifestarse, utilizando para ello al poeta, o a la voz poética, y trascendiendo así el paso del tiempo.

Por otra parte, cuando esta pulsión expresiva consigue eclosionar y darnos “flores de varia poesía”, lo hace (en el mejor de los casos) llevando al límite el lenguaje en el que se plasma, y utilizándolo en toda su sonoridad; en este caso, haciendo que vibre el gaznate.

Y efectivamente puede hablarnos al respecto nuestro poeta en esta entrega, académico y experto en lengua, filosofía y literatura; nacido en el sur, cerca de Stuttgart, creció en el norte, en Kiel, y desde 1996 vive en el este, en Dresde.

Con todo y haberse considerado él mismo al principio de su carrera un “escritor lento”, Marcel Beyer (Tailfingen, 1965) ha terminado por afianzarse como un creador literario prolífico, con una obra sólida y abarcante que además de poesía incluye narrativa y ensayo, y que ha sido traducida a varios idiomas.

De hecho, él se dio a conocer en los noventa al gran público en Alemania como joven novelista con Das Menschenfleisch (1991, el título sería La carne humana) y sobre todo con Flughunde (1995, El técnico de sonido, Madrid Debate, 1999), revisión del pasado histórico terrible centrado en los últimos días de la segunda guerra mundial.

2014 fue un año particularmente benévolo para Marcel Beyer, pues obtuvo en su país los premios Kleist, Oskar Pastior, y en noviembre el premio de la ciudad de Bremen 2015, con su poemario Graphit. Sirva esta traducción como pequeño homenaje y como felicitación al poeta.




Marcel Beyer (Tailfingen, 1965)


Avispa, ven

Avispa, ven a mi boca,
hazme idioma, por dentro,
y por fuera hame algo en el
cuello, muéstralo al paladar, muéstranos-

-lo. Así era. Así se fueron
los años ochenta. Cuando jóvenes
fuimos, y en el Oeste. Idioma,
haz que la lengua se caliente, haz

que lastime todo el gaznate, dame
color. Arrástrate allá dentro. Muéstrame
labor de palabra y de avispa, hazle
eso al alemán en la base de la lengua,

adentro es que tiene que estar el idioma,
siempre nesquik, siempre al borde.
Esos fueron los noventas. Fueron
los ceros. Años. Y: así va

en el país. Conserva frío el foráneo
idioma, que por dentro hay bruma de insectos. Ház-
-melo, dame salud,
avispa, ven a mi boca.


(Versión del alemán de Gonzalo Vélez)




Wespe, komm

Wespe, komm in meinen Mund,
mach mir Sprache, innen,
und außen mach mir was am
Hals, zeig’s dem Gaumen, zeig es

uns. So ging das. So gingen die
achtziger Jahre. Als wir jung
und im Westen waren. Sprache,
mach die Zunge heiß, mach

den ganzen Rachen wund, gib mir
Farbe, kriech da rein. Zeig mir
Wort- und Wespenfleiß, mach’s
dem Deutsch am Zungengrund,

innen muß die Sprache sein. Immer
auf Nesquik, immer auf Kante.
Das waren die Neunziger. Waren
die Nuller. Jahre. Und: so geht das

auf dem Land. Halt die Außensprache
kalt, innen sei Insektendunst, mach
es mir, mach mich gesund,
Wespe, komm in meinen Mund.






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sábado, 1 de noviembre de 2014

Volker Sielaff


Foto: Renate von Mangoldt/literaturport.de

Lusacia, Lausitz, Lužička, es una remota y poco rememorada región del oriente de Alemania, justo donde sus fronteras colindan con Checia y con Polonia. Se ubica más o menos en la zona de Dresden, y tradicionalmente ha sido una región agrícola. Durante los años de la República Democrática Alemana se promovió el rescate de su cultura local, y a partir de la Reunificación ha recibido apoyo federal para revertir su rezago económico en relación con el resto del país.

De esta región, en concreto de un pequeño lugar llamado Großröhrdorf, proviene Volker Sielaff (1966), poeta de voz apacible y penetrante mirada poética que incursionó relativamente tarde en la poesía. Sin embargo, con apenas dos poemarios publicados –Postkarte für Nofretete (Postal para Nefertiti, 2003) y Selbstporträt mit Zwerg (Autorretrato con gnomo, 2011)–, la recepción que su obra ha tenido por parte del público y la crítica literaria alemana ha sido sobresaliente, y poemas suyos han sido traducidos a varias lenguas.

Sielaff se asoma a veces a la naturaleza con una especie de costumbrismo contemporáneo, si es que esto se puede, o más bien alude a esa brutalmente imperceptible penetración de lo contemporáneo en cosas que podrían haber continuado como siempre, de no ser porque las cosas son como son.

Pero entonces Volker Sielaff mejor habla de elefantes y saluda a Cortázar; se autorretrata, le escribe a Nefertiti, pinta un caserío, celebra la primavera.

Su lenguaje suave pero sonoro penetra profundamente, conmueve, y esto lo conjuga con una particular habilidad para plasmar en pocas palabras todo un ámbito donde nos reconocemos. Para Volker Sielaff, “el poema es un intento de bailar con las palabras”, un experimento cuyo laboratorio es el propio poeta.

Aquí nos encontramos al poeta papando moscas. Literalmente. Y literariamente. Es una tarde estancada de verano. Sobremesa con café. Calor. Se opina. De algo, de cualquier cosa. Pero el poeta desvía la mirada. Su atención flota, se posa en “las familiares inevitables golosas” de Antonio Machado.

¿Por qué hay poetas que escriben sobre moscas?

Volker Sielaff se percata de que la discusión es la misma hoy que hace mil años, igual que las moscas de hoy son las mismas de siempre. También, de que nosotros habremos de irnos, pero las opiniones sobre el mundo, lo mismo que las moscas, permanecerán.

¿Y qué belleza puede haber en las moscas? Hela aquí.




Volker Sielaff (Großröhrdorf, 1966)


Moscas

Niño de pueblo yo, crecí con las moscas, con su
zumbido. Ante mínimas ventanas se caían
solas de pronto en algún momento, y no había nadie

que las quisiera barrer, quedaban así días,
con sus patas sin vida, tumbadas en un cuerpo,
sin sangre, que ya no fue capaz de sostenerlas,

en el pretil de la ventana del baño, donde
brillaban un tiempo más, hartas, de color plomo
o azufre, y la música de alas de las otras

alegre seguía, como hoy entre el cerezo
y el cielo, a media altura del árbol, mientras tanto
circulaban opiniones, yo me desligué,

tarde perezosa de café y pasteles, de
perfil mirando yo oscilar ese balanceo,
como si todas pendieran de un hilo invisible,

aquí, bajo este azul que ya no sabe más cuentos,
este enjambre veraniego de moscas aún
sigue tejiendo en el aire una red de cristal.


(Versión del alemán de Gonzalo Vélez)




Fliegen

Als Dorfjunge wurde ich mit den Fliegen groß, ihrem
Gesumm. Vor winzigen Fensterscheiben fielen sie
irgendwann einfach herunter, und da war keiner,

der sie dann wegfegen wollte, tagelang lagen sie so,
mit ihren leblosen Beinen, allein auf einen blutleeren
Körper gestützt, der sie schon nicht mehr halten konnte,

in der Regenrinne des Fensterbretts der Toilette, wo sie
noch eine geraume Weile satt glänzten, bleiblau oder
schwefelgelb, während die Flügelmusik der anderen

munter weiterging, wie heute zwischen Kirschbaum
und Himmel, auf halber Höhe des Baumes, während
Meinungen herumgereicht wurden, ich klinkte

mich aus, träger Nachmittag bei Kaffee und Kuchen, der
Blick seitlich zu dem wippenden Auf und Ab, als ob
sie alle an einem unsichtbaren Faden hingen, hier

unter diesem Blau, das nichts mehr zu erzählen weiß
noch immer dieser Schwarm Fliegen der
ein gläsernes Netz in die Sommerluft webt.







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miércoles, 1 de octubre de 2014

Steffen Popp


Foto: zeit-online

Una línea fronteriza desierta, se diría abandonada, y el cruce de esa frontera antigua donde el pasado pesa todavía, es la imagen que queda plasmada con fuerza aquí, en unas cuantas líneas. Una manada de árboles dispersa, restos de un alambre de púas, y un puesto de control en desuso. Y el pasado que tira con fuerza, como una presencia fantasmal, impalpable.

Este poema me hace pensar en los bosques y las tierras llanas del norte de Europa central, donde los hechos violentos de la historia de Occidente han pasado tantas veces por encima. Pero quizás solamente sea mi interpretación, porque los versos convidan suavemente a metaforizar, y queda una ambigüedad no del todo resuelta que de algún modo produce un efecto cautivador.

Y es que lo anterior parece ser un recurso que Steffen Popp (1978) emplea con cierta asiduidad en su creación poética; se diría que él parte de una imagen predominantemente visual, a la que en su versión a palabras añade algún discreto elemento de ruptura (como los zapatos deportivos amarillos de unos cazadores que irrumpen en un paisaje bucólico, en otro poema del que ya te contaré), lo que hace que la vivencia poética emerja de pronto con fuerza.

Si bien pasó toda su infancia en Dresden, nuestro poeta es oriundo de un lugar llamado Greifswald, que se encuentra al norte de Berlín en línea recta donde toca la costa del Mar Báltico –me imagino que de esa zona provenga el carácter del paisaje en este poema.

A pesar de ser todavía relativamente joven, Steffen Popp ha tenido una trayectoria se diría vertiginosa: con tres libros de poesía y una novela, ha recibido reconocimientos importantes en Alemania, como el premio Leonce und Lena 2011 y recientemente el premio Peter Huchel 2014.

La crítica ha destacado un refrescante manejo del lenguaje, que se sobrepone a ciertas expresiones ocasionales que parecen estrambóticas, aunque funcionan. En lo personal, me atrajo por ese como discreto preciosismo, que luego me hizo recordar que Steffen Popp estuvo presente en la lectura de poesía que nos ofrecieron a los traductores en el evento de Berlín hace año y medio. Sólo que entonces aún no sabía yo que lo iba a traducir. Aquí mi primer acercamiento a su poesía; a ver qué te parece.




Steffen Popp (Greifswald, 1978)


Abetos, zona fronteriza

abetos en la frontera, bramaban
como un rebaño, clavado, en alambre de púas
se fermentaba el puesto fronterizo, tiraba
impotente de nuestras chamarras rompevientos

luego campo libre, primigenia se elevaba
debajo de la luna una cochera
un dado enano, sin perdón, arriba
tétrico, oscuro un triángulo de pájaros

aquí la soledad era igual a un barandal
árido, acrobático, casi casi una planta
nos sujetaba, nosotros, empero
no podíamos palparla…


(Versión del alemán de Gonzalo Vélez)




Tannen, das Grenzland

Tannen im Grenzland, sie brüllten
wie eine Herde, im Sperrdraht, vernagelt
gärte die Zollstation, zerrte
ohnnmächtig an unseren Windjacken

dann freies Feld, urweltlich ragte
unter dem Mond eine Garage
ein Zwergwürfel, unversöhnt, oben
ein finsteres Vogeldreieck

hier war die Einsamkeit ein Geländer
dürr, akrobatisch, nahezu eine Pflanze
sie hielt uns, aber wir
konnten sie nicht berühren…







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lunes, 1 de septiembre de 2014

Los protocolos de Monika Rinck

Foto: Peter-Huchel-Preis

Tenemos ahora la poesía incisiva, lúcida y lúdica de Monika Rinck (Zweibrücken, 1969).

Es una poeta que atrae por su peculiar manera de poetizar, cargada a veces (no tan) veladamente de referencias y alusiones a cuestiones que no tendrían por qué tener que ver con la literatura, a las que ella parece replicar que por qué no, si sí tienen que ver con nuestra vida cotidiana, con nuestra búsqueda de amor y sentido en un mundo de fundamentos materiales y estructuras insensatas en donde la sensibilidad persigue urgente hacerse de un nicho para sobrevivir.

Y sin embargo cada texto corre pleno, sonoro también para quien no se deja aludir por las minas conceptuales, y se resuelve en una particular, inesperada inversión del mundo.

Se percibe en general en los poemas de Monika Rinck esa plena conciencia del lenguaje, y del lenguaje poético, donde cada palabra puede o no significar varias cosas, pero siempre suena con conciencia, y siempre resuena acorde con los sonidos de las palabras alrededor. Y Monika logra conjuntar esto muchas veces, sonidos y significados, con un trasfondo por el que fluye sin prisa su mirada mordaz sobre el mundo contemporáneo.

Poemas concebidos como rituales de palabras donde se celebra el lenguaje y se critica el orden establecido; poemas que por igual “cortejan, protegen y seducen” [MR], poemas permeados siempre por un rampante, punzante sentido del humor.

Se trata al mismo tiempo también de una poesía como multidimensional, capaz de contemplar un mismo fenómeno, experiencia, anécdota o imagen, al mismo tiempo desde muy diversos ángulos del conocimiento humano: alusiones literarias, términos científicos, citas mediáticas, alta mitología, junto con rimas infantiles, erotismo lascivo, visiones alucinógenas, música pop.

Todo se vuelve así conocimiento poético.

El origen de tanta efervescencia sean tal vez las inquietudes de saber de nuestra poeta, quien cursó historia, estudios de las religiones y literaturas comparadas, y que por sobre el camino académico prefirió, sin embargo, el ámbito de lo creativo, donde su obra se desborda a varios cauces, no sólo el de la poesía.

Monika Rinck se cuenta sin duda entre los poetas más relevantes de su generación; entre numerosas distinciones, en 2013 obtuvo el prestigioso premio Peter Huchel por su poemario Honigprotokolle [Protocolos de la miel].

En la traducción que te presento aquí, se diría que la ira del poema apela a los dioses del Olimpo. Un breve repaso de Hesíodo (o de fuentes menos rebuscadas) nos recuerda que Medusa era el monstruo de cabellos de serpientes que convertía en piedra todo lo que veía. Luego de que Perseo le corta la cabeza, de su cuello brota el caballo alado Pegaso, que en alguna versión provee a Zeus con sus atributos de poder, o sea el rayo y el trueno.

Esa ira de Medusa sería la que se apodera de la protagonista al confrontarse con cierta realidad, ya que ella sabe con toda certeza que el mundo debería premiar a quienes leen a Hesíodo, y no a los que, sin haberlo leído, pueden pagarse la cuenta de un restaurante elegante.




Monika Rinck (Zweibrücken, 1969)


i had a pony (her name was lucifer)

su codiciosa mirada de pony bajo cejas de flamas:
así convierte en piedra flores, el cielo en piedra,
lapislázur. en banda ancha lo rojo se vuelve arrecifes,
corales, circundados de meseros pescado,
ella de nuevo no puede pagar, tiene que
largarse ya, a sus espaldas forcejeos,
los comensales miran el piso, miran sus copas.
cuando un mesero la arrastra de los pelos,
ella ríe, casi cae, no conoce dosis,
alzado su brazo se agita con tóxica potencia,
repican cual llaves los brazaletes baratos –
cómo se pone a gritar ahora, cómo puede ser posible
que todos al parecer olvidamos por completo
que del cuello de la medusa decapitada por perseo
desciende entre otras cosas un caballito
que lleva el rayo y también el trueno a zeus,
quien – ya pónganse a leer a hesíodo, bola de idiotas –
hasta ahora no contaba con estos atributos de poder.

(Versión del alemán de Gonzalo Vélez)



i had a pony (her name was lucifer)

ihr gieriger ponyblick unter züngelnden brauen:
so versteinert sie blüten, den himmel zu stein,
lapislazur. in breitband wird rotes zu riffen,
korallen, umkreist von fischigen kellnern,
kann sie schon wieder nicht zahlen, muss
sofort weg hier, in ihrem rücken gerangel,
die gäste schauen zu boden, schauen in gläser.
als ein kellner sie an den haaren herbeizieht,
lacht sie, kippt fast, kennt keine dosierung,
ihr erhobener arm fuchtelt toxisch verstärkt,
es klimpern die billigen klunker wie schlüssel –
wie sie jetzt losschreit, wie es denn sein kann,
dass wir alle offenbar komplett vergessen,
dass dem hals der von perseus geköpften medusa
unter andrem ein pferdesöhnchen entsteigt,
das blitz bringt und auch donner dem zeus,
der – jetzt lest halt euren hesiod, ihr vollidioten –
über diese attribute der herrschaft zuvor nicht verfügte.






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viernes, 1 de agosto de 2014

Matthias Göritz: una elegía no romántica

Foto: privat/salonkultur.de

i.m. GMVB

Si eres lector o lectora de México o tienes cercanía con la cultura mexicana, el nombre de Mathias Goeritz probablemente te resulte familiar. Aunque no particularmente en poesía ni en literatura.

Como sabemos, nuestro Mathias Goeritz (1915-1990) es el destacado escultor de origen alemán que con su obra monumental dejó profunda huella en el arte mexicano de la segunda mitad del siglo veinte. Tan mexicano como el tequila. Y como las Torres de Ciudad Satélite.

Así las cosas, cuando establecí contacto con el poeta y novelista Matthias Göritz (Hamburgo, 1969). Afable y expresivo, un tanto desbordado, la primera relación que hizo con México fue rememorar a un lejano pariente suyo, nacido en Danzig y emigrado a México, en recuerdo del cual, intuyo, él se llama como se llama.

(Bien puedo imaginarme a su madre alguna vez relatándole el mito familiar al niño que preguntó el origen de su nombre...)

“Quizás hayas oído hablar de él…”, me escribe. “Es posible…”, quise responderle, pero sé que no me hubiera entendido que claro que sí. Le conté entonces un poco acerca de su mexicano e ilustre ancestro –aunque sospecho que todo esto él ya lo sabía…

[Goeritz-Göritz: la ortografía alemana permite usar indistintamente ‘o’ con diéresis, es decir: ‘ö’, o bien o junto con ‘e’, es decir: ‘oe’, para el sonido que es el de la ‘e’ francesa.]

El poema que elegí para presentarte comparte esta misma atmósfera de remembranza.

Pero antes debo comentarte que, según entiendo, hay algo en la poesía de Matthias en términos generales que persigue retratar la condición humana, rasgos o huellas de ella, en el presente: puede ser un personaje histórico, un monumento en una ciudad bombardeada, una calle de Estados Unidos. Aunque no por fuerza.

Lo particular, a mi entender, es que lo que escribe está prácticamente exento de romanticismo, en favor de una visión más bien analítica, contingente, crítica del mundo. Como que el preciosismo del lenguaje y la lírica pura le interesan menos que el lograr tonos lingüísticos más neutros, donde significados e imágenes por sí mismos puedan tener un peso mayor y propio.

Los tres libros de poesía que ha publicado hasta la fecha, con buena recepción entre la crítica y los lectores en Alemania, se titulan: Loops, Pools y Tools. Ya desde aquí se advierte cierto guiño conceptual acerca de esta postura que cuestiona los valores que guían a la sociedad contemporánea (global).

En Tools, por ejemplo, incluye toda una sección integrada por quince sonetos, cada uno dedicado a un coche deportivo o de superlujo, y así los poemas llevan por título “Audi V8”, “Mercedes 200E”, “BMW 318i”, etc., en un acercamiento no libre de mordacidad.

Aquí, en cambio, y como te cuento, preferí este poema –menos conceptual, no necesitado de contexto–, en el que a partir de la remembranza de un traje viejo la voz poética retrata con unos cuantos gestos a una persona ida y al entorno que la rodeó.

Es una elegía breve, pero sentida e intensa. La aparente objetividad del texto cae con facilidad ante el peso de las palabras cargadas de reclamo, de dolor, de impotencia ante lo que es y lo que no pudo ser, ante los fatales ciclos de la vida.




Matthias Göritz (Hamburgo, 1969)


De un traje viejo

Mi padre fue un hombre correcto
Siempre llevaba algo en los bolsillos
chocolate para los sátiros
monedas de cinco marcos, limpias

A él no se le podía llegar
con poéticas palabras
con una cara larga
con calcetas que secaron y la garantía
de que todo se quedaba con el viejo

Él lo sabía: nada se quedaba con el viejo
todos lo abandonaron
lo encerraron en la soledad
lo dejaron dormirse
en el sueño, en el sueño

También el álbum hace un ruido: explota
También las tumbas son cuartos
Y también su traje, él se lo imaginaba ya desde entonces
con gusto los gusanos algún día
lo verían con la lengua

(Versión del alemán de Gonzalo Vélez)



Aus einem alten Anzug

Mein Vater war ein geeigneter Mann
Er trug immer was in den Taschen
Schokolade für die Satyrn
geputzte Fünfer, den Heiermannn

Ihm kam man nicht bei
mit einem Gedicht
mit einem langem Gesicht
mit getrockneten Strümpfen und der Versicherung
dass alles beim Alten blieb

Er wußte es: Nichts bliebe beim Alten
alle verließen ihn
sperrten ihn in die Einsamkeit
ließen ihn in den Schlaf
einschlafen, einschlafen

Auch das Album macht ein Geräusch: explodiert
Auch die Gräber sind Zimmer
Und auch seinen Anzug, bildete er sich dann ein
würden die Würmer irgendwann
mit der Zunge sehen






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martes, 1 de julio de 2014

Durs Grünbein y la raíz histórica



Foto: Literaturbüro

Permíteme contarte de mi relación epistolar con Durs Grünbein (Dresden, 1962), y de cómo la suerte ilumina a los ingenuos, o sea en este caso a quien aquí escribe.

Lo primero es sencillo: inició hace como un año, cuando mi colega y contacto en Alemania me informó que el poeta de mi interés carecía, por voluntad propia, de correo electrónico, y amablemente me proporcionó la dirección convencional.

En esto, debo decir, creí encontrar la primera respuesta poética (en el sentido romántico tradicional, y no en el glamoroso fancy contemporáneo) de todos los poetas a los que me empezaba a dirigir. De modo qué, muy en mi siglo veintiuno, si no estaba en la red, lo dejaba para después.

Esto no obstó para que trabajara poemas suyos para presentarlos en Looren, en el workshop de traductores de literatura del que ya te conté.

Fue entonces que me topé con un tremendo poema acerca de Berlín, que se titula “Coma y doble punto”, “Komma und Kolon”. Fui suficientemente sagaz como para entender que había cosas que no entendía. Como una Blokade, que no eran barricadas sesentaiochoeras, sino el Bloqueo que dejó a Berlín aislado de todo, cuando la gente no murió de hambre gracias al puente aéreo que se estableció con suministros. Ya te mostraré mi versión algún día, la cual mejoró sustancialmente con una pequeña ayuda de mis colegas traductores literarios.

Tremenda ciudad, Berlín: con sus notas tan espeluznantes, y a la vez esa luz que crece tan firme sobre la memoria del horror. Y el poema es brutal, doloroso, de una sensibilidad palpitante.

¡Y cómo no iba a serlo! Durs Grünbein es una de las voces líricas más altas de la literatura contemporánea alemana: cuenta con más de 30 libros y una docena de reconocimientos, entre ellos, ni más ni menos, el premio Georg Büchner (1995), la más encumbrada distinción literaria en Alemania.

De modo que llegó el momento de escribirle una atenta carta postal, y también llegó el momento de que no me respondió. Sin embargo ya te dije a quiénes ilumina la suerte, y hace no mucho recibí un correo, electrónico (¿no que no?), desde Roma, escueto y esquivo, amable y comprensivo, punto y aparte, del maestro Grünbein, con la autorización que yo requería.

Así pues, acudí o recurrí de inmediato a este soberbio poema sobre el legionario romano. Conviene mencionar que Durs nació y creció en la extinta República Democrática Alemana, y tengo para mí que esas experiencias de vida acumuladas contribuyeron a moldear esa voz particular tan profunda.

Este poema, te confieso, es uno de los poemas que más me han impresionado desde hace mucho, en lo no mucho que he leído (también te lo confieso) últimamente. Me fascina la manera en que concilia el ambiente histórico, en un trozo geográfico que estaba ahí largo tiempo antes de que existiera Alemania (y en la geografía, no obstante, el poeta sabe captar cierta médula del carácter alemán, fruto, por otra parte, de la mezcla de lo romano y lo bárbaro), con un evento de la vida que le podría pasar a cualquier hombre, de cualquier época, cuando las circunstancias trágicas, externas e internas, se conjugan.

El tono, la atmósfera del poema captan todo ese dramatismo, esa incertidumbre que no sólo es la del legionario, sino que es la lucha de vida de cada uno de nosotros, haciendo lo que tenemos o que creemos que tenemos que hacer, hacia afuera y hacia nuestro interior, y a la vez sometidos todo el tiempo, a nuestro pesar, a las fuerzas inexorables del destino.



Durs Grünbein (Dresden, 1962)


Lamento de un legionario de la campaña militar de Germánico al Elba

Nada hay peor que este mortal camino de vuelta
Tras alguna batalla, y el solo pensamiento
Semanas antes de que el enemigo se muestre.
Tétrico va el semblante de nuestro general,
La tropa está exhausta, imposible seguir a marchas forzadas.
Detrás de los escudos, sudado, heridos los pies,
El resto de los aún ilesos. Bajo la incesante lluvia,
Los caminos se hunden en el fango, los bosques
Son gigantesca trampa, y enjambres de bárbaros
Arrancan mordiscos de nuestra espalda, los lobos.
Quien no se ahogó en el Mar del Norte, distante de la patria,
Fue tragado por pantanos, muy lejos de Roma.
Un cenagal hace que pernocte toda la legión,
De día son calzadas desquebrajadas, escaleras quebradizas
De cuyos bordes, con despedazados dedos,
Más de uno resbaló. El país yace bajo niebla,
Cual archipiélago en el mar… Germania Magna,
Donde los bosques son densos todavía, ningún árbol suyo
Sirve como banca de galera en el océano
Ni como casco de navío en llamas. Irremediable
Es la guerra por provincias enormes, cual continentes,
Por comarcas que no es posible sostener
Más que con nuevas guerras. En las forestas profundas
El triunfo se pierde, el orden latino. Y por fin, envejecido, años después llegas a tu hogar:
En tu puerta está el germano; y con sus pelos de paja
Te saluda el niño de tu mujer.

(Versión del alemán de Gonzalo Vélez)



Klage eines Legionärs, aus dem Feldzug des Germanicus an die Elbe

Nichts ist schlimmer als dieser tödliche Rückweg
Nach einer Schlacht, und der Gedanke daran
Wochen bevor der Feind sich gezeigt hat.
Todfinster ist das Gesicht des Feldherrn,
Die Truppe erschöpft, kein Eilmarsch mehr möglich.
Hinter den Schilden geht schweißnaß, die Füße wund
Der Rest der noch Unverletzten. Im Dauerregen
Sind die Straßen im Schlamm versunken, die Wälder
Ein einziger Hinterhalt, und die Barbaren in Rudeln
Beißen sich Stücke aus unseren Rücken, die Wölfe.
Wer nicht im Nordmeer ertrank, fern der Heimat,
Den schlucken die Sümpfe, weit weg von Rom.
Über Nacht hält Morast die ganze Legion,
Tags sind es morsche Dämme, brüchige Leitern,
Von deren Rand mit gebrochenen Fingern
Der Einzelne abrutscht. Das Land liegt im Nebel
Wie eine Inselgruppe im Meer ... Germania Magna,
Wo die Wälder noch dicht sind, kein Baum
Auf dem Ozean treibt als Galeerenbank
Oder als brennender Schiffsrumpf. Aussichtslos
Ist der Krieg um Provinzen groß wie ein Erdteil,
Um Gebiete, die nicht zu halten sind,
Außer durch neuen Krieg. In den waldigen Tiefen
Verliert der Triumph sich, die lateinische Ordnung.
Und kommst du endlich, um Jahre gealtert, nach Haus,
Steht der Germane in deiner Tür, und es winkt dir
Das strohblonde Kind deiner Frau.






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domingo, 1 de junio de 2014

Marion Poschmann: Instantáneas íntimas


Foto: Gerlach/Badische Zeitung
Sé que es un gordo nudo gordiano, en especial en estas épocas desparadigmizadas, el aludir a cierto, cómo llamarlo, espíritu de género, en las artes en general, y en la poesía en particular. Sin embargo, poemas como los de Marion Poschmann (Essen, 1969) me obligan a plantearme que ciertas expresiones del arte tienen una recepción distinta, e incluso una emisión distinta, si el receptor, o bien el emisor, es una persona masculina o femenina, o incluso si en efecto existe cierto grado, o carga, de masculinidad o feminidad en una determinada expresión artística.

No lo sé, a ciencia cierta.

Ahora se me ocurre que acaso lo anterior no resulte directamente de la expresión artística en sí misma, sino que sea más bien el erotismo, o más precisamente: el punto de vista desde donde se enfoca el erotismo, lo que sugeriría esta percepción.

De ser así, en lo que a mi experiencia respecta, poemas como los de Marion Poschmann ilustrarían de manera cabal este espíritu. Son como brocados semánticos dispuestos intuitivamente para, más que describir atmósferas, pintarlas mediante íntimas sensaciones, emociones, condensaciones, veladuras vagas que terminan plasmando con suma elegancia la instantánea de un acto concreto, sin nunca mencionarlo ni aludir a ello directamente.

La “madona” del título del poema que te presento remite con cierta vaguedad a una Virgen cristiana, aunque el adjetivo “hermosa” nos propone ya cierta extrañeza.

Del mismo modo, los primeros versos podrían estar describiendo una imagen de culto, acaso una pequeña escultura, pero a continuación advertimos un distanciamiento, que a la poeta le resulta muy efectivo al emplear la tercera persona para referirse a la mujer que habita este texto.

Nos vemos presenciando entonces una escena de faenas domésticas, como lavar ropa, donde ella está sola y comienza a divagar o fantasear. Y sigue un rompimiento.

Aquí se diría que en su soledad la madona se lamenta de su castidad de sirena. Ella, empleando medios mágicos usuales, engulle sus propios dedos, devora velas… (¡Vaya hambre…!)

Y quizás todo quedaría en divagación abstracta, de no ser por el único verso, de una forma que me parece genial, que introduce una única llamada directa: una sábana “que te pertenece”…

Este es el punto de inflexión del poema.

Un solo verso, contundente, da vuelta a nuestra percepción previa del texto, y convierte la descripción, hasta cierto punto enigmática, de la mujer, en una carta de amor a su pareja ausente.

Parece decirle: Te extraño, y como no estás, yo me procuro placer a mí misma palpando una prenda tuya, un lienzo que ha tocado tu piel…

Y ese distanciamiento que marca el tono del poema, se nos revela, así, como la distancia en la que se busca el reflejo de la persona amada en un espejo.


Marion Poschmann (1969)

Madona hermosa

de partículas de luz toda nevada
como con escarcha recubierta
su imagen congelada en el espejo: bodyform
y una pileta llena de azul para lavar, así
se habría visto ella misma, con pies de sirena
nadando por jeans de tubo
la ropa secada en el propio cuerpo
alcanzada la cumbre de los peces,
las consumadas marcas de fábrica
lisonjeras escamas, un guardafangos
contra la mugre de la cotidianidad

habría podido vender en breve el sangrado
de su nariz como make-up,
bañarse en un preciso
anuncio de entonces,
así se habría visto, sus dedos en pugna que
buscaban detener algo, se vio a sí misma
engullir sus propios dedos,
jalar el aire entre los dientes, y sonreír
bajo la luz de neón: el brillo interno
de ángeles que imitan fantasmas,
se vio ligeramente consternada desdoblar
una sábana de playa que te pertenece,
se vio empleando los medios mágicos acostumbrados,
probando los viejos talentos, devorar velas de cera
nubes y verde invernal

(versión del alemán de Gonzalo Vélez)


Y lo que sigue es el poema original:
Marion Poschmann (1969)

Schöne Madonna

ihr von Lichtpartikeln überschneites
wie mit Rauhreif übersprühtes
ihr schockgefrostetes Spiegelbild: bodyform
und eine Wanne voll Waschblau, so habe
sie sich gesehen, mit Nixenfüßen
durch Röhrenjeans schwimmend
die Wäsche am eigenen Leibe getrocknet
den Gipfel der Fische erreicht,
die vollendeten Markenzeichen
schmeichelnde Schuppen, ein Schutzblech
gegen den Dreck der Alltäglichkeit

sie könne ihr Nasenbluten
in Kürze als make-up verkaufen,
sie bade in einer genauen
Reklame von damals,
so habe sie sich gesehen, die ringenden Finger, die
etwas zu halten suchten, sie sah sich
die eigene Finger verschlingen,
die Luft durch die Zähne ziehen, und mitten
ins Neonlicht lächeln: das innere Strahlen
von Engeln Gespenstern nachahmend,
sah sich mit leichter Bestürzung
ein Badelaken entfalten, das dich betraf,
sah sich die üblichen magischen Mittel verwenden,
die alten Begabungen testen, das Fressen von Wachskerzen
Wolken und Wintergrün




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jueves, 1 de mayo de 2014

Jan Wagner, estampas

Foto: LCB, 2013
Once son por lo menos las varas que hasta el momento he contado en la camiseta del proyecto que me he colgado encima, de traducir poetas alemanes contemporáneos. Los motivos para ponerme a mí mismo en este intríngulis son diversos plausibles, aunque ninguno concreto; en todo caso los irás sabiendo quizás, desperdigados, si decides acompañarme a lo largo de este ejercicio, cuyo fin fundamental, o más factible, es desdispersar un poco mi dispersión consustancial, y que al menos uno de mis castillos en el aire quede bien construido.

Yo ya estoy más que en antecedentes y post-antecedentes y con cierta urgencia de comenzar ahora mismo, e incluso de terminar, aunque sé que esta aventura bien habrá de llevarme algunos años. Pero como tú seguramente no sabes, te entero. Se trata de integrar una antología de unos treinta poetas alemanes, más o menos de mi generación, que ya no es tan joven. Bueno, tú me entiendes.

Y es eso. Construir puentes. Establecer afinidades. Propiciar amistad.

Hasta ahora he recibido muy buen apoyo… por parte de los autores. En agosto pasado, con un sólo correo electrónico a doce poetas, en dos días obtuve una docena de permisos de traducción, además de una sorpresa alentadora, por la entusiasta respuesta. Luego, el estipendio o patrocinio o whatever que yo esperaba a fin de año no llegó, y entonces todo va un poco más lento de lo que estaba previsto en mis guajiros sueños.

No obstante, como ya estoy enganchado, y a la vez me ha resultado fascinante (como espero ser capaz de transmitirte mínimamente a lo largo de las entregas que sigan), empiezo aquí, te comparto esto que estoy trabajando, y ya tú dirás.

Hoy te presento a Jan Wagner. Es uno de los poetas más prolíficos y más laureados de la generación. Esto por sí mismo no lo hace un buen poeta, pero él sin duda lo es. Lo conocí brevemente en Berlín el año pasado (2013); sirvió como vínculo el que yo hubiera traducido ya antes algunos poemas suyos. Y como también me mostró su solidaridad cuando el proyecto no recibió la esperada beca, pues aquí lo tienes.

Jan nació en Hamburgo en 1971, aunque vive desde hace mucho en Berlín. Sus poemas son de pronto como estampas: de un suceso vivido, de una ciudad lejana, de pasajes o personajes históricos o pop. Nicosia, Evil Knnibal, Otto von Guericke. Por suerte hoy podemos googuelear, y rápidamente enterarnos de a qué sujeto o a qué pasaje se refiere.

Así, para este poema, Ernest Shackleton, explorador irlandés de la Antártida. Su buque quedó varado y fue triturado por el hielo; sin embargo, consiguió llevar a salvo a todos los miembros de su expedición navegando sobre un enorme témpano, en el que flotaron a merced de las corrientes hasta alcanzar un sitio en dirección noroeste, donde pudieron ser rescatados, todos con vida.

Este tipo de sucesos es el que Jan Wagner suele retomar como materia prima para poemas, rescatando en cada pasaje una gota de esencia profundamente humana. Pero además, para lograrlo, recurre a un notable manejo práctico del lenguaje, de las palabras. Su intención no es la de crear un oropel, donde las palabras suenen y reluzcan, como en la poesía pura; más bien está consciente de cómo le sirven las palabras para establecer patrones rítmicos, muy medidos, como herramienta con qué resaltar la acción y las sensaciones de la acción que retrata.

Voy a obviar, por lo pronto, el hecho de que en general en alemán los versos se miden en pies y nosotros los medimos en sílabas (acaso más afines con el sistema métrico-decimal). En este poema, para mí los versos miden once sílabas. Y están rimados. Puedes verlo, aunque acaso no lo entiendas ni sepas pronunciarlo, en el original que incluyo hasta el final. Entonces, son endecasílabos. ¿No? Y el poeta es muy riguroso. Sin embargo, en un principio, y buscando un rigor similar, consideré que once sílabas eran demasiado breves para verter todo eso a español, y entonces intenté una primera versión con versos de catorce sílabas, la cual presenté, en versión temprana, el pasado octubre en Looren, Suiza, en el Taller de Traductores, y es la siguiente:


Jan Wagner (1971)
de un témpano en el mar de weddell

(expedición de shackleton, 1915)

ya no nos quedan más perros para filetear
y siempre, de blanco, nuestra mesa, cual festejo.
el mundo, donde todo se puede descontar,
todo menos hambre, y muerte, y frío: es el hielo,

la creación desnuda. nuestro barco, desde el frente
hasta la popa congelado, y apachurrado
como un simple grano de pimienta, lentamente,
fue tragado por la capa de hielo lozano.

la esperanza, muy ligera, de que la deriva
y buenos vientos a noroeste nos conduzcan;
la espera, con un lápiz de punta carcomida
para hacer nutricia de palabras la escritura

de cartas – sin franqueo, que nunca nadie envió.
tres metros más abajo comienzan los abismos
surcados de ballenas. de tierra no hay un trozo
donde posar la mirada. sólo jeroglifos

en las aves, bautizadas de fulgor azul:
un albatros, sobre nosotros, casi nos toca,
una gaviota. y el horno arroja un denso humo
de madera de trineos y tocino de foca.

incesante, desde la orilla hasta las entrañas,
se consume el témpano. de rodillas en él
somos letras entintadas de negro, tiznadas.
el horizonte en blanco. esta hoja de papel.



(versión del alemán de Gonzalo Vélez)



Otro problema aquí es que el autor, a saber por qué, detesta las mayúsculas. Y es que sabrás que en alemán, por ignoto arcaísmo, todos los sustantivos se escriben con mayúscula. Pero Jan Wagner no las usa ni después de punto, ni para nombres propios. Mmmm… Pero bueno: resultó que al retrabajarlo, sentí que con alejandrinos no lograba yo el mismo ritmo que el original; entonces intenté forzar mi versión y recortarla a once sílabas, como el autor propone, y bueno: lo que se pierda, pues se perdió. He aquí el dilema.
 

Jan Wagner (1971)
de un témpano en el mar de weddell

(expedición de shackleton, 1915)

hemos fileteado al último perro.
nuestra mesa siempre un blanco mantel.
el mundo, del que todo se descuenta,
menos hambre, muerte y frío: el hielo,

creación desnuda. el barco, desde el frente
hasta la popa congelado, el tiempo
lo quebró cual vil grano de pimienta,
y el hielo se lo tragó nuevamente.

leve es la esperanza en que la deriva
y buen viento a noroeste nos llevaran;
la espera, un lápiz de punta partida
busca enriquecer con palabras cartas

sin franqueo, que nunca nadie envió.
tres metros abajo empiezan abismos
surcados de ballenas, y ni un trozo
de tierra a la vista. sólo los signos

de aves, bautizadas en luz azul,
un albatros, vuela sobre las olas,
una gaviota. y en el horno humo
de los trineos y tocino de foca.

sin cesar se consume nuestro témpano
desde el borde hasta el corazón. en él,
acurrucados, somos letras negras.
lienzo en blanco. esta hoja de papel.



(versión del alemán de Gonzalo Vélez)


Y lo que sigue es el poema original:


Jan Wagner (1971)
von einer scholle im weddellmeer

(expedición de shackleton, 1915)

der letzte schlittenhund ist filetiert
und unser tisch ist immer festlich weiß.
die welt, von der man alles subtrahiert,
nur hunger, tod und kälte nicht: das eis,

die nackte schöpfung. unser schiff, von vorn
und hinten eingefroren, mit der zeit
zermahlen wie ein bloßes pfefferkorn,
verschluckt, dann schloß die decke sich erneut.

die dünne hoffnung, daß wir mit der drift
und guten winden nach nordwesten treiben;
das warten, das in abgenagter stift
mit worten anzureichern sucht, das schreiben

von briefen – unfrankiert und nie versandt.
drei meter unter uns beginnen tiefen,
durch welche wale gleiten, und kein land
wo man auch hinsieht. nur die hieroglyphen

der vögel, in ein blaues licht getaucht,
ein albatros, der über uns hinweg-
zieht, eine möwe. und der ofen raucht
genährt von schlittenholz und robbenspeck.

es frißt sich von den rändern bis zum herzen
der scholle stetig vor. dort kauern wir,
vom ruß verklebt, wie lettern nach dem schwärzen.
die blanke fläche. dieses blatt papier.






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martes, 1 de abril de 2014

Cincuenta y cien



Con facilidad podría pensarse un nuevo pretexto para seguir sin escribir este blog o tentativa de regularidad. O acto de fe. Y lo es en cierto modo, por acto de fechas.

Verás: regreso porque… “se me concedió volver…” –parafraseando al incógnito poeta popular que andaba no aquí, sino a saber dónde.

Tiene que ver con: un momento de renovación de proyectos: una coyuntura de liberación de tiempo personal y (quiero creer) de recarga de ideas y reacomodo de agendas. Entre otros, digamos, no-pretextos.

Y es que: evidentemente me parece estar llegando a un punto de inflexión en mi vida. Un punto de inflexión importantón llamado: Fifty Fifty, Cincuenta Cincuenta.

Sensación curiosa: si ya te ocurrió, sabes de qué hablo; si no te ha ocurrido, ojalá que llegue el día que te ocurra (y muchos más días subsecuentes…)… No es lindo, aunque no es necesariamente desagradable. En realidad se siente bastante normal.

A lo que voy: dentro de algunos días, ¡el 9 de abril de 2064 va a estar más próximo que el 9 de abril de 1964…! Algo que nunca antes había ocurrido, pero que en adelante será siempre así. Y viceversa jamás.

Hecho que señala rotundamente que quien esto escribe está a unos días de llegar a la edad de 50.

Pero no nada más eso.

A pesar de que hace ya un buen rato que no me aparecía por aquí, y de que en el ínterin me han pasado hartas cosas, quiero ahorrarte detalles pedantes, y también detalles viscerales. Y también detalles demasiado desbocados.

Pero resulta que: recién concluí dos o tres proyectos creativos, relevantes al menos para mí, en todo caso extensos y exigentes. Y sucede que los astros se han conjugado de manera tal, que:

1) Los proyectos concluyeron más o menos al mismo tiempo, o sea lo que va del año, en sincronía con el aniversario solemne (lo que debería dar a la cabeza claridad reflexiva y esas cosas).

2) Lo que te estaré presentando a partir de la siguiente entrega, es el proyecto principal que ahora me ocupa, que es traducir a poetas contemporáneos en lengua alemana. Y:

3) El día de ayer se conmemoró el centenario del nacimiento de Octavio Paz; es decir, que por nueve días, nacimos justo en el extremo opuesto del siglo; o sea que Paz tenía 50 años y 9 días el día que nací yo.

Y puesto que: además de muy admirado, Octavio Paz, sobra redundar, es un superlativo que no necesita presentación… te presento hoy este poema tomado un tanto aleatoriamente, como invitación a que todos leamos a Paz.

Para terminar, una anécdota que me pareció curiosa. Luego de tener la idea en mente durante semanas, ayer, a manera de homenaje personal, publiqué este poema en mi página de facebook, esperando, si no multitudinaria respuesta, por lo menos alguna cercanía con quien le guste la literatura.

Sin embargo, ¡no obtuve un solo “like”! ¡Claro!: lo mejor, y lo correcto, es compartirlo aquí contigo.

Custodia
Octavio Paz (1914-1998)


...................................... El nombre
.................................... Sus sombras
............................. El hombre La hembra
............................ El mazo ........... El gong
.......................... La i ............................ La o
....................... La torre ...................... El aljibe
.................... El índice .......................... La hora
................. El hueso ............................... La rosa
................. El rocío ................................La huesa
................... El venero ......................... La llama
..................... El tizón ....................... La noche
........................ El río .................... La ciudad
........................... La quilla .............. El ancla
.............................. El hembro La hombra
...................................... El hombre
............................ Su cuerpo de nombres
...... Tu nombre en mi nombre En tu nombre mi nombre
. Uno frente al otro uno contra el otro uno en torno al otro
................................. El uno en el otro
.................................... Sin nombres

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