viernes, 1 de agosto de 2014

Matthias Göritz: una elegía no romántica

Foto: privat/salonkultur.de

i.m. GMVB

Si eres lector o lectora de México o tienes cercanía con la cultura mexicana, el nombre de Mathias Goeritz probablemente te resulte familiar. Aunque no particularmente en poesía ni en literatura.

Como sabemos, nuestro Mathias Goeritz (1915-1990) es el destacado escultor de origen alemán que con su obra monumental dejó profunda huella en el arte mexicano de la segunda mitad del siglo veinte. Tan mexicano como el tequila. Y como las Torres de Ciudad Satélite.

Así las cosas, cuando establecí contacto con el poeta y novelista Matthias Göritz (Hamburgo, 1969). Afable y expresivo, un tanto desbordado, la primera relación que hizo con México fue rememorar a un lejano pariente suyo, nacido en Danzig y emigrado a México, en recuerdo del cual, intuyo, él se llama como se llama.

(Bien puedo imaginarme a su madre alguna vez relatándole el mito familiar al niño que preguntó el origen de su nombre...)

“Quizás hayas oído hablar de él…”, me escribe. “Es posible…”, quise responderle, pero sé que no me hubiera entendido que claro que sí. Le conté entonces un poco acerca de su mexicano e ilustre ancestro –aunque sospecho que todo esto él ya lo sabía…

[Goeritz-Göritz: la ortografía alemana permite usar indistintamente ‘o’ con diéresis, es decir: ‘ö’, o bien o junto con ‘e’, es decir: ‘oe’, para el sonido que es el de la ‘e’ francesa.]

El poema que elegí para presentarte comparte esta misma atmósfera de remembranza.

Pero antes debo comentarte que, según entiendo, hay algo en la poesía de Matthias en términos generales que persigue retratar la condición humana, rasgos o huellas de ella, en el presente: puede ser un personaje histórico, un monumento en una ciudad bombardeada, una calle de Estados Unidos. Aunque no por fuerza.

Lo particular, a mi entender, es que lo que escribe está prácticamente exento de romanticismo, en favor de una visión más bien analítica, contingente, crítica del mundo. Como que el preciosismo del lenguaje y la lírica pura le interesan menos que el lograr tonos lingüísticos más neutros, donde significados e imágenes por sí mismos puedan tener un peso mayor y propio.

Los tres libros de poesía que ha publicado hasta la fecha, con buena recepción entre la crítica y los lectores en Alemania, se titulan: Loops, Pools y Tools. Ya desde aquí se advierte cierto guiño conceptual acerca de esta postura que cuestiona los valores que guían a la sociedad contemporánea (global).

En Tools, por ejemplo, incluye toda una sección integrada por quince sonetos, cada uno dedicado a un coche deportivo o de superlujo, y así los poemas llevan por título “Audi V8”, “Mercedes 200E”, “BMW 318i”, etc., en un acercamiento no libre de mordacidad.

Aquí, en cambio, y como te cuento, preferí este poema –menos conceptual, no necesitado de contexto–, en el que a partir de la remembranza de un traje viejo la voz poética retrata con unos cuantos gestos a una persona ida y al entorno que la rodeó.

Es una elegía breve, pero sentida e intensa. La aparente objetividad del texto cae con facilidad ante el peso de las palabras cargadas de reclamo, de dolor, de impotencia ante lo que es y lo que no pudo ser, ante los fatales ciclos de la vida.




Matthias Göritz (Hamburgo, 1969)


De un traje viejo

Mi padre fue un hombre correcto
Siempre llevaba algo en los bolsillos
chocolate para los sátiros
monedas de cinco marcos, limpias

A él no se le podía llegar
con poéticas palabras
con una cara larga
con calcetas que secaron y la garantía
de que todo se quedaba con el viejo

Él lo sabía: nada se quedaba con el viejo
todos lo abandonaron
lo encerraron en la soledad
lo dejaron dormirse
en el sueño, en el sueño

También el álbum hace un ruido: explota
También las tumbas son cuartos
Y también su traje, él se lo imaginaba ya desde entonces
con gusto los gusanos algún día
lo verían con la lengua

(Versión del alemán de Gonzalo Vélez)



Aus einem alten Anzug

Mein Vater war ein geeigneter Mann
Er trug immer was in den Taschen
Schokolade für die Satyrn
geputzte Fünfer, den Heiermannn

Ihm kam man nicht bei
mit einem Gedicht
mit einem langem Gesicht
mit getrockneten Strümpfen und der Versicherung
dass alles beim Alten blieb

Er wußte es: Nichts bliebe beim Alten
alle verließen ihn
sperrten ihn in die Einsamkeit
ließen ihn in den Schlaf
einschlafen, einschlafen

Auch das Album macht ein Geräusch: explodiert
Auch die Gräber sind Zimmer
Und auch seinen Anzug, bildete er sich dann ein
würden die Würmer irgendwann
mit der Zunge sehen






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